La mayoría de nosotros nos sentimos nerviosos antes de realizar cualquier presentación en público. Siempre hemos creído que lo mejor que podemos hacer para el manejo la ansiedad es intentar calmarnos y relajarnos. Pues bien, como nos lo muestra Adam Grant en su libro “Originales” esta no es la mejor opción.
En “Originales” Grant documenta un estudio realizado por Alison Wood Brooks, una profesora de Harvard que les pidió sorpresivamente a sus alumnos pronunciar un discurso que sería grabado y posteriormente analizado por un comité de expertos.
Para aumentar el grado de nerviosismo y ansiedad de sus estudiantes, ellos tenían solo dos minutos para prepararse. Ahora bien, el experimento radicaba en que justo antes de que sus alumnos comenzaran el discurso, ellos aleatoriamente debían decir “Estoy tranquilo” o “Estoy emocionado”.
Esas dos palabras, tranquilo y emocionado, alteraron significativamente la calidad de los discursos.
Los estudiantes que se etiquetaron como emocionados fueron calificados como un 17% más persuasivos y un 15% más seguros de sí mismos que los estudiantes que se etiquetaron como tranquilos. Adicionalmente los estudiantes emocionados aumentaron en un 29% las probabilidades de pasar treinta y siete segundos más en el escenario.
Esto sucede porque el miedo y la emoción son sensaciones fisiológicamente muy similares que hacen que el organismo se revolucione. Cambiar el miedo por una sensación parecida, pero positiva, es mucho más fácil que cambiarlo por una sensación contraria como la calma o la tranquilidad. Además, en caso tal de que no consigamos calmarnos, corremos el riesgo de reforzar nuestra ansiedad y terminar paralizados por el miedo.
Así que la próxima vez que tengas una presentación importante y te ataquen los nervios, intenta convertir ese miedo en emoción diciéndote a ti mismo “estoy emocionado” y analiza los resultados cuando termines la presentación.
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