El arte de la práctica. El psicólogo sueco Anders Ericcson, autor del libro Peak junto a Robert Pool, señala que el Homo Sapiens (el hombre que sabe) debería llamarse en realidad Homo Exercens (el hombre que practica), puesto que el ser humano es la única especie consciente de que practicando llega a mejorar. Sin embargo, no cualquier tipo de práctica conduce al progreso. Ericcson la divide en dos tipologías:
Práctica ingenua
Es aquella que consiste únicamente en dedicar tiempo a algo, sin criterio. Por muchas horas que consagremos a algo, si lo hacemos de forma ineficaz o incluso equivocada, el progreso no será el deseado.
Práctica con propósito
Es la que tiene un plan bien diseñado para lograr el objetivo. Ericcson aconseja tres líneas maestras para esta clase de práctica:
1. Concretar las metas.
De este modo, sabremos qué pasos dar y en qué dirección para lograr el objetivo.
2. Estar totalmente concentrados.
Eso nos permitirá adaptarnos a las diferentes situaciones y problemas sin perder el foco.
3. Pedir «feedback»
constante para comprobar que vamos por buen camino y, en caso contrario, hacer las correcciones necesarias.
La regla de las 10.000 horas
Inspirado en los estudios de Ericsson, el periodista británico Malcom Gladwell escribió hace una década el ensayo Fueras de serie, en el que se preguntaba por qué algunas personas triunfan y otras no. Aunque sin duda la genética, el entorno familiar y la educación influyen en el camino al éxito, Gladwell señala que son necesarias 10.000 horas de práctica a fin de lograrlo. Para ello cita un par de ejemplo de genios que antes de «eclosionar» cumplieron ese cupo de dedicación:
1. Mozart
Aunque empezó a componer a los siete años y algunas piezas de adolescencia son remarcables, escribió sus grandes obras cumplidos los veintiuno, cuando ya acumulaba más de 10.000 horas entre composición, práctica e interpretación en público.
2. The Beatles
También ellos necesitaron las 10.000 horas para alcanzar finalmente el éxito. Buena parte de esa práctica la hicieron en Hamburgo, donde entre agosto de 1960 y diciembre de 1962 actuaron regularmente en cuatro clubes distintos, donde perfeccionarían de forma intensiva sus habilidades. Al regresar a Inglaterra, estaban preparados para el éxito.
«Somos lo que hacemos repetidamente». ARISTÓTELES
Imagina ahora algo nuevo que quieras aprender. Antes de programar el tiempo que vas a dedicarle, veamos la síntesis que hace Gladwell de los diferentes niveles que se pueden alcanzar según lo que se dedique a la práctica:
- a) Con 1 hora: tendremos una introducción básica a la materia.
- b) Con 10 horas: lograremos una noción más amplia de los principales conceptos. c) Con 100 horas: adquirimos un nivel medio.
- d) Con 1.000 horas: conseguimos ser especialistas.
- e) Con 10.000 horas: llegamos a ser maestros en la materia.
Este último nivel es el de la excelencia y, según el neurocientífico Daniel Levitin, es el tiempo que necesita el cerebro para dominar un campo de actividad humana.
Un estudio alternativo realizado en Princeton advierte, sin embargo, de que la práctica intensiva puede no conducir al éxito si no desarrollamos el valor de la oportunidad, una vez alcanzada la maestría. Además de rodarse a lo largo de 10.000 horas, si al regresar a su ciudad The Beatles hubieran seguido practicando en un sótano, sin salir a buscar fortuna, probablemente hoy no sabríamos de su existencia.
Miralles, Francesc. El método Ikigai (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial España.
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